Violencia extrema: 25 años sin justicia para ella.

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Cristina Barúa tenía 24 años y estaba embarazada de cinco meses cuando la violencia machista y criminal le arrebataron todo: su salud, su paz y su dignidad. Era marzo de 2000, y ella transitaba con su pequeño hijo de apenas cuatro años hacia su nuevo trabajo como limpiadora en el barrio Urito 1 de Limpio.
Creyeron que la habían asesinado y la dejaron en el lugar, como si su vida no tuviera valor.
Permaneció 11 días en coma. Contra todas las expectativas, logró sobrevivir. Sin embargo, la verdadera lucha comenzaba.
Dos meses después, nació su hija, a quien llamó Milagros. La pequeña sufrió de parálisis cerebral debido al trauma gestacional. Hoy tiene 25 años y requiere cuidados constantes.
Los agresores, Gustavo Meza Montiel y Sixto Brum, fueron condenados ese mismo año a penas de solo 12 y 22 años de prisión.
No recibió el soporte de acciones sociales que le permitieran avanzar.
Estado ausente
¿Dónde están las autoridades cuando el cuerpo sobrevive, pero la vida entera se ve devastada?
Cristina requiere justicia social, apoyo estatal y acompañamiento real. Al igual que muchas otras mujeres y niños que soportan el peso de violencias extremas, sin recursos, sin voz y sin opciones.
Mientras tanto, el Estado sigue fallando. Porque no es suficiente con encarcelar a los culpables si después se desatiende a quienes sobreviven a los crímenes.