Los últimos sobrevivientes de Hiroshima alertan al mundo del riesgo de otro conflicto nuclear: «No hemos aprendido nada en 80 años»

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A las 9 de la mañana, el calor en Hiroshima supera los 30 grados. En el vibrante bulevar, se observa el cruce de bicicletas, autobuses y automóviles. Una madre y su hija se inclinan en reverencia ante un santuario, mientras muchos funcionarios se apresuran. Los escolares, en uniforme, escuchan a sus maestros, y los turistas siguen a sus guías hacia el río. Esta escena cotidiana transcurre en agosto, 80 años después del lanzamiento de la bomba atómica por un B-29 estadounidense, el arma más devastadora utilizada en la guerra. Este evento marcó un antes y un después en la historia de la humanidad y dejó huellas indelebles en la ciudad y sus habitantes. La memoria de aquellos trágicos momentos persiste, y Hiroshima se ha transformado en un símbolo de paz y reconciliación. La ciudad, que una vez fue escenario de destrucción, ahora refleja la resiliencia de su pueblo y el compromiso por un futuro sin guerras. En el contexto actual, el clima y el bullicio cotidiano contrastan con el dolor del pasado, recordando constantemente la importancia de recordar y aprender de la historia. En esta mañana de verano, la vida sigue su curso, pero la memoria del horror y la devastación también está presente, recordando a todos la fragilidad de la paz.


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