La Línea Invisible entre la Justicia Ciudadana y la Violencia en un Hurto Callejero

Comparte en:

PEDRO JUAN CABALLERO. Un suceso ocurrido en la noche del viernes en el Barrio Obrero de esta capital departamental pone de relieve la tensión social que impera ante la inseguridad, donde la reacción vecinal se superpone al accionar policial, marcando la aprehensión de un adolescente con signos visibles de violencia.

El reloj marcaba cerca de las 22:30 horas del 17 de octubre de 2025 cuando la rutina de las calles Prof. Montiel Ortellado y Manuel Vega Centurión se quebró por un presunto hecho de hurto. La víctima, Orlando De Geovani Alvarenga, de 29 años, fue el afectado directo de un intento de despojo de su motocicleta.

La respuesta al delito fue instantánea, pero no provino inicialmente de las fuerzas de seguridad, sino de la propia comunidad. Según el comunicado de la Comisaría Tercera, una llamada alertó a la guardia, y al llegar el móvil 32, el personal de patrulla se encontró con una escena que refleja la furia contenida ante la delincuencia: «una persona de sexo masculino tendido al suelo y unos 20 personas aproximadamente al rededor del mismo quienes procedieron a reducir a uno de los supuestores autores del Hecho».

El presunto ladrón reducido por el grupo de vecinos es un adolescente de tan solo 16 años, identificado como R. A. A. N., domiciliado en el Asentamiento Romero Kue. Mientras que su cómplice logró darse a la fuga a pie, el menor fue la víctima visible de la ira colectiva.

El informe policial consigna un detalle revelador y preocupante: el adolescente «se pudo observar rastro de violencia como Ematomas en la parte frontal del rostro». Este hallazgo tras la «justicia por mano propia» obligó a los agentes a desviar el procedimiento inicial: antes de ser remitido a la comisaría y puesto a disposición del Ministerio Público, el joven fue trasladado al Hospital Regional local para su atención médica. En ese contexto, se le dio lectura de sus derechos constitucionales, conforme al Artículo 12 de la Carta Magna.

El hecho culminó con la recuperación de la motocicleta, un bien preciado y esencial para la clase trabajadora en la frontera. No obstante, la imagen de un menor reducido y golpeado por una veintena de personas interpela a la sociedad sobre los límites de la autodefensa y la respuesta del Estado ante la criminalidad juvenil, un fenómeno complejo que a menudo se asienta en la vulnerabilidad social y la falta de oportunidades.

La intervención de la policía logró poner el caso en el cauce legal, pero el episodio en el barrio Obrero quedará como un crudo recordatorio de la delgada línea entre la legítima defensa del patrimonio y la escalada de la violencia en las calles de Pedro Juan Caballero. La investigación continuará bajo la Fiscalía, que deberá dilucidar no solo el hurto, sino también las circunstancias exactas de la aprehensión ciudadana y la condición del adolescente.


Comparte en:

Entradas Relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *